Infusa sociedad de manos puras,
presa en cárceles de afectos, que amas,
con timidez vacía, secreto miedo,
coartadas que acarician sin escrúpulo
otras muertes.
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Aunque tus ojos verdes, esmeraldas al acecho
—a veces — se empañaban de puñales
herrumbre de cadenas
resabios…
echaré en falta tus bizqueos de ignorante frenesí.
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A besos con esa flor
con ese pubis,
como si hubiéramos existido,
como si existiéramos aún.
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Sin maquillajes,
enfurecida, la dama gruñe al mar
Cuánto tamaño. Cuánta tiniebla. Cuánta violencia
para la proa de la gabarra
—torso de pétalo—
y su candil.
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Apenas si te alcanzo
me huyes
vuelas de entre mis dedos
Tan rápido.
Tan gris.
Tan triste.
viento de alas rotas.
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Amanece
Tengo el ánima llena con el polvo de debajo de la cama
Yo —como siempre— un café solo y andando
hacia la puerta de la calle
hacia los focos con confeti
Mí ánima se tapa los ojos
le tiritan los dientes
me tira de la mano hacia atrás
—Vamos— le digo
—que no— me dice
Me la echo a la espalda
pesa como un saco lleno de moratones
— ¡Buenos días! ¡Buenos días! ¡Qué tal? —
camino la acera regalando sonrisas.
*****
Tolvaneras de notas fantasmales
chocan con las paredes del pasillo
llegan al lado mismo de mi cama
Es esa joven; viene por las noches,
se sienta en mi salón sin dar la luz
y se pone a tocar un violonchelo
tatuado justo encima de su pelvis
Mis miserias se cambian por pelusas
que de repente vuelan por el aire
Yo mientras tanto duermo, iluminado.
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Noche vieja en familia
¿Por qué estaba ella allí?
un fantasma
un muerto
—con esa hiel en las venas—
¿para cuándo los huesos?
o mejor…
no ser ni huesos
ni ceniza
ni polvo
¡nada!
—ni venas—
pero no
¡ahora no!
ahora
una
a una
campanada
a campanada
las uvas...de la suerte…
rodeada de risas
de confeti
de miradas de reojo
de…
¡Extraños!
Y el ladrido de sus venas.