Irene
Visitante
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« : Enero 12, 2009, 10:04:58 » |
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RETORNO
Después de varios lustros inmerso en la marabunta, regresé. La brisa invernal besaba mi cara al penetrar en la casa. El crujido de mis pasos contrastaba con el omnipresente silencio. Hueca tras la muerte de mi madre, aún se percibían avalanchas de risas y sollozos. Arrugué la nariz ante el inconfundible olor de aspidistras y aureolas que adornaban un pasillo abierto a gélidos dormitorios. Luego me replegué contra la rugosidad de sus paredes; las ondas vibratorias de mi corazón me sumergieron en los inconfundibles efluvios de la cocina. Allí se entremezclaban cuentos, sabores y el chispear de una hoguera ya dormida. De un golpe acaricié el mundo del corral, donde violines de antiguas aves amortiguaron mi tristeza. Entonces, mi olfato me lanzó hacia lejanos geranios, las papilas disfrutaron del jugo de Baco y el tacto soñó aquella tierra: la de mi perdida infancia.
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