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Ricard. In memoriam, 7 de agosto de 2009.
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Autor Tema: Marzo 2019  (Leído 13164 veces)
0 Usuarios y 2 Visitantes están viendo este tema.
María Teresa Inés Aláez García
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« Respuesta #15 : Julio 20, 2019, 01:22:27 »


Candela Martí
   


SUAVE BRISA


Te fuiste, lentamente, una mañana
envuelta en suave brisa de verano
y sajé los ensueños de mi mano
pues sentí tu presencia muy liviana.
Deploramos tu vuelo, flor temprana,
al irte con un nimbo de armonías
y rogué porque fueras en mis días
ese ángel guardián omnipresente.
Hoy, ando este mundo penitente
pero nunca mis huellas van vacías.



Pero nunca mis huellas van vacías
si te llamo a través de mis sentires,
pues noto que me mandas elixires
de tu amor, otorgándome energías.
Mi norte se asemeja al que querrías:
silencioso, apacible y trascendente,
pues soy agua emergida de tu fuente
en un símil de arroyo cristalino;
sabiendo que en el fin de mi camino
me estarás aguardando, dulcemente.
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María Teresa Inés Aláez García
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« Respuesta #16 : Julio 20, 2019, 01:24:27 »


cielo claro

   
PUNTO INMORTAL

Desde un punto inmortal,
me lapida la terca incertidumbre
como el fulgor de una onda sutil
fundiendo al rojo, esencia y corolario.

¿Por qué las ilusiones se evaporan?
Porque mi crédula pupila
captura las señales
de mis ejes lindados de ilusiones,
en busca de una perfección
inexistente.

Los juegos del destino en mi baúl se cargan
como un pesado error sin avenencia.
Al viento las semillas  se arrebujan
y el surco perforado descubre su abandono.
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María Teresa Inés Aláez García
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« Respuesta #17 : Julio 20, 2019, 01:28:04 »


Orlando
   
Conformismo



Hoy sigo el trazo del tiempo
en esta negrura amarga.
Ignoro si él conduce
los pensamientos que andan
buscando asir tu memoria.
Tu ausencia se vuelve llaga.
Me siento oscuro, distante
de tus manos nacaradas,
de los ríos de tu pelo,
de los sotos de tu alma;
separados por la noche
que nos mira, llora y calla.
El consuelo lo descubro
en la frágil luna blanca,
al mirar en su interior,
aunque sea en su luz pálida,
aunque sea un espejismo,
aunque sea ilusión vaga,
el reflejo inconfundible
de tu cara.
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María Teresa Inés Aláez García
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« Respuesta #18 : Julio 20, 2019, 01:29:17 »

Lady Ágata
   
Bajo la mirada de Cupido

Hoy hace una noche cálida, la temperatura inusitadamente elevada para estas latitudes, incluso durante la época estival, parece haber impregnado las paredes de la habitación diminuta que me rodea, saturando las cortinas de un aire espeso y recargado. Apenas una suave brisa se filtra por la ventana permitiéndome respirar efluvios de nocturnidad.
El anacrónico edredón nórdico de vivos colores terracota y crema de mi cama, pequeño cómplice de mis noches de soledad que se convierte en tus brazos arropándome durante el sueño, reposa con dejadez en un costado desposeyéndome del tacto, del sentir sobre mi piel la ternura inmensa que atesoran tus abrazos, de esa sensación de estar a salvo, protegida del mundo y sus tristezas al margen de todo y de todos en un universo sólo nuestro.

En algún lugar lejano te imagino a estas horas dormido profundamente. Aprovecho la ocasión para rememorar cada uno de los minutos de nuestra segunda noche de amor. ¡Bendito insomnio! me permitió aprenderme tu respiración y su ritmo, la fragancia de tu aroma y tus agitados movimientos, en el lecho enorme donde tuvo lugar la unión sublime de nuestros cuerpos bajo la misteriosa mirada, entre suspicaz e ingenua, de aquel ángel Cupido testigo mudo de un instante de nuestras vidas sin parangón donde alcancé la gloria y me sentí en la antesala de la dicha eterna.
Allí, despojados de prejuicios, piel con piel, dejándonos consumir por el ardor de la pasión, te percibí con los ojos del alma mucho más allá de lo superficial como a un ser al que adoro en su totalidad sin que exista ningún rincón oculto de tu anatomía que no evoque la palabra placer con el mero conjuro de su recuerdo.
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María Teresa Inés Aláez García
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« Respuesta #19 : Julio 20, 2019, 01:30:39 »

El Aliento de las Hadas

Abstraída en ignotas dimensiones   
rozo el místico efluvio de las hadas,   
suave céfiro, estela de ilusiones,     
oscilando en la luz de sus miradas.
En tenue crepitar, sus corazones 
entonan, hechiceros, mil baladas;       
disfrute de armonía, prez al viento,         
un tañido en la flor del sentimiento.


Rosa (2/9/2011)
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María Teresa Inés Aláez García
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« Respuesta #20 : Julio 20, 2019, 01:36:28 »


ENLAZADAS

Madrid: Bohodón Ediciones, 2019, 381 p.

18 euros (precio lanzamiento 12 euros)

Se puede adquirir clicando en

https://www.facebook.com/pg/EmmaSopenaBalordi/shop/?ref=page_internal
https://www.bohodon.es/
https://www.amazon.es/Enlazadas-Narradores-nuestro-tiempo-Balordi/dp/8417198849/ref=sr_1_14?s=books&ie=UTF8&qid=1548950078&sr=1-14&keywords=sope%C3%B1a+balordi
Tres relatos que revelan los estragos que la subordinación sentimental puede provocar cuando una persona queda presa por emociones caóticas. El corazón se descontrola, el deseo de vínculo no conoce límites y surge un ansia de intensidad desconocida hasta entonces.
Nueva York, París, Barcelona, ciudades asaltadas por el terrorismo internacional, que asola los cimientos de nuestra civilización. Y tramas en las redes sociales que arrasan la estabilidad de los sentimientos.
Adéntrate en las vidas de Estrella, Margot, Mar y Marie-France. Mujeres inteligentes, con autonomía profesional que, sin embargo, se sintieron indefensas en la mayor parte de su existencia. Todo vale con tal de no perder lo que de antemano está perdido.

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María Teresa Inés Aláez García
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« Respuesta #21 : Julio 20, 2019, 01:39:03 »

HACIA EL INFINITO

¿Quién rige la mirada triangular,
la flecha agonizante de la Historia?
Me aúpo al esplendor de un beso triste,
sentencia rubricando mi derrota.

Mas nunca los celestes resplandores
(destellos de infelices tiranías)
insuflan libertad a mis poemas
ni copian el color de una sonrisa.

 Ansío ser crepúsculo y retoño,
esquema en el coral, luna creciente;
errante mariposa del silencio,
perfume embalsamado, soplo verde.

Sin rumbo ni arcabuz, sin alidada
marcándome la ruta del martirio.
Caricia de mi piel, la flor de lis;
por meta vertical, amable sino.

Sendero contraluz donde confluyen
bengalas y burbujas del ocaso.
Retreta del ayer, sonidos grises,
conquista de bemoles incendiarios.

No busco sederías matinales
ni amor en los confines del recuerdo.
Si acaso una terneza de la noche
para olvidar el flujo de sus ecos.

Sin luz, cuando el dolor se desvanezca
en el discurso loco de mi nada,
perfilaré de nuevo otra aventura:
mudarme a una caverna solitaria.

Será, por fin, el último refugio
de un ser desconsolado entre las rejas
de sueños pervertidos, sin caricias
ni cantos de abedul a su conciencia.

Así quiero finar, como las flores:
secas ramas, memoria del estambre;
ocultos los pistilos en el cáliz,
sedientas de color mis pleamares.


augustus
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María Teresa Inés Aláez García
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« Respuesta #22 : Julio 20, 2019, 02:26:39 »

Albadiosa

Aléjate


Repercute la savia
del dolor sempiterno,
con aureolas, cosmos de distancia,
la siniestra verdad acoge el cuerpo.

El atisbo de duda
se sumerge en espinas y acritud
me rondan las vorágines hirsutas
escarchando el verdor del altramuz.

Aléjate de mí.
No pases por la acera.
El vaho de mi esplín
podría conmover a Anaxareta.

¿Comprendes que prefiero tus desaires
a sentirte en la voz misericordia?
y cubrir tus halagos lancinantes,
para odiar tu memoria.
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María Teresa Inés Aláez García
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« Respuesta #23 : Julio 20, 2019, 02:29:32 »

EN CARNE VIVA
(ELHISIANA)

En el sutil espacio de la hoja
descansa por las noches el rocío,
con un leve destello de congoja.

En tibias madrugadas del estío
dibujaré mi anhelo transparente
y al secarse la planta del desvío,
será mi sueño luna incandescente.

Expongo el corazón en carne viva
en la espuma del mar y de sus calmas,
escapando de fútiles consuelos.

Rotundo el sinsabor de mi saliva,
delirantes mecidos de las palmas
sobre el arco triunfal de sus pañuelos.

Enterraré los desvelos
en el caudal de mis venas
y en el dorado pensil de la vida,
donde cosecho la miel florecida
cuando sepulto mis penas.

María Bote
5 – 5 - 2014
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María Teresa Inés Aláez García
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« Respuesta #24 : Julio 20, 2019, 02:30:41 »

Certidumbre

El Sol me da luz y vida,
desterrando a la tristeza.
Viene y sutura mi herida
la madre naturaleza.

Vuelvo a ser flor y prestancia,
la esencia del humedal,
armonía, concordancia,
perfume del rosedal.

Me rodean mariposas,
en vergeles siderales,
cientos de lunas curiosas
visten mantos ancestrales.

La lluvia cubre los montes,
trinan las aves felices
y en lejanos horizontes
gorjean las codornices.

Mi acicate, el verde campo,
principio y fin de mi mundo.
Es la vida fugaz lampo,
la muerte, un sueño profundo.

Gisela Cueto Lacomba.
16 de mayo del 2010.
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María Teresa Inés Aláez García
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« Respuesta #25 : Julio 20, 2019, 02:33:45 »

Mi nombre: ¡Tempestad!
 
Alerta y ágil mide lo que su amor provoca,
se fuga al fin del mundo, rebate el compromiso;
sugiere esclavitud... ¡manía avara y loca!
no impongo itinerarios ni él es tan sumiso.
 
El hombre y la mujer ¡Invierno y primavera!,
disímil y distante la luna está del sol.
Embrujo azul del éxtasis resurge de la hoguera,
temprano se divorcian en cenit tornasol.
 
De aquel que se maldice: "no sacrifica el alma";
debate inverosímil, herido tiene el pecho.
Con su actitud e incordio le destrozó la calma
y zurce en sus estrofas jirones de despecho.
 
Inculpo a la ternura, me define indefensa;
difícil convertir mito en realidad.
Es inocente el énfasis; la tozudez, intensa
pasión indisoluble; mi nombre: ¡Tempestad!
 
 Sinónimo de furia, catástrofe suicida
le interrumpo su reino de ideas soberanas.
Él es un ermitaño y  yo una entrometida,
¡gran crisis de costumbres  y emociones aciagas!
 
El ímpetu ascendente, suspiro insostenible,
alcoba de promesas, penumbra carmesí;
la piel en plenitud, la noche inextinguible,
banal alegoría, volátil frenesí.
 
Un iris de esperanza despierta a paso lento;
la lluvia substituyo por gotas de rocío.
Desde mi nube azul deshice un juramento,
mas como brisa frágil, guardé mi desafío.
 
Blanca Amelia Santos
(Wella)
 
12/Sep/06
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María Teresa Inés Aláez García
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« Respuesta #26 : Julio 20, 2019, 02:38:21 »

VERSOS SIN DUEÑO.
 

Son mis versos insistentes,
muestra infausta de locura
do perdí toda mesura,
en torbellinos furentes.
 
Con la vida en mil pedazos
cada noche sueño, fiel,
las caricias de tu piel
sin temor a los zarpazos.
 
El averno tu presencia,
a la luz del abandono
-hoy no sé si te perdono-
es mi sepulcro tu ausencia.
 
La mentira de tus labios,
cruel engaño repugnante,
fue perjurio lacerante
y me quedan los resabios.
 
¡Este amor es un misterio!
No me aflige tu puñal.
hecho infiel, casi brutal.
Tu palabra mi cauterio.
 
Triste noche del espanto,
la trivial codicia infame,
de tu piel puso un reclame
y causó mi desencanto.
 
Sólo pido que destruyas
tantas letras sin sentido
a un amor envejecido,
porque nunca fueron tuyas.

mariaValente
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María Teresa Inés Aláez García
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« Respuesta #27 : Julio 20, 2019, 02:40:02 »

Irene

INOCENCIA: FLASH BACK

“ Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla”
Antonio Machado                   





RETORNO

Después de varios lustros inmerso en la marabunta de la vida, regresé. La brisa invernal besaba mi cara al penetrar en la casa. El crujido de mis pasos contrastaba con su silencio. Hueca, tras la muerte de mi madre, aún creía percibir avalanchas de risas y sollozos. Arrugué mi nariz ante el inconfundible olor de aspidistras y aureolas que, todavía, adornaban un pasillo abierto a gélidos dormitorios. Al apoyarme contra las desconchadas paredes, casi me confundí con los olores de la  cocina de otros tiempos. Allí se entremezclaban cuentos, sabores y el chispear  de una hoguera casi dormida. De  golpe, acaricié el mundo del corral, donde violines de antiguas aves amortiguaron mi tristeza. Luego, mi olfato me lanzó hacia lejanas rosas, y en ese momento sentí el corazón de mi infancia perdida .

AÑORANZAS

 No podía concebirlo. Aquello supuso el final de un sueño: el de mi infancia.
  Era muy niña cuando vi cómo el sol de una baranda se deshacía en mi retina, mientras mi boca saboreaba el queso duro del terrazo. Todo era inmenso, hasta la música de los periquitos del patio. Un palacio encantado me acunaba a través de peldaños hacia una estancia sobria. En ella, el crujido de las sillas se mezclaba con el calor del picón junto a unas retahílas de ríos y tablas de multiplicar. Se punteaban letras y números en una sábana negra llamada pizarra. El suplicio comenzaba por la tarde: tela, aguja e hilo enredaban mis dedos. Entonces me acoplaba en la ventana para observar la destartalada casa de enfrente. Allí, fantasmas y monstruos intentaban asaltar el palacio de nuestras ninfas. Un día consiguieron extender su manto putrefacto. El brillo de nuestra mansión fue sustituido por inverosímiles cotilleos que condujeron a nuestras dos hadas a perder la vara mágica de la enseñanza, y a nosotros a embutirnos en el laberinto frío y oscuro de nuestra nueva escuela.


ANGÉLICA

   El acento del arroyo trae murmullos; el de los rostros, el significado de un nombre o su antídoto. Angélica era el único caso donde convivían ambas opciones.
  Sus ojos de amaneceres, unidos a la blancura de su piel y al sol de los rizos de su cabello, la convertían en una visión dulce. Tales atributos se oscurecían al moverse por nuestra isla sin asfalto.
  Era nuestra infancia un soplo de sombras deshilachadas cuando ella, como un regalo del cielo, apareció. Cubrió la tristeza con la magia de los sueños, al paliar los fríos de nuestras vidas.
 Su madre, una viuda aún bonita, perdonaba sus travesuras diciendo: “Vuela, pajarillo, mientras puedas”.
 Al calor de estas palabras deambulábamos sin sobresaltos por nuestro reino. Por la tarde, tras salir del colegio, comenzaba el recorrido. Primero visitábamos el taller de Arácnida, cuya mirada se desvanecía entre nuestras idas y su costura. De allí hurtábamos alfileres y retales para construir un mundo donde poder escucharnos.
    Luego, traspasábamos los gemidos del aire en el refugio del  hada madrina, donde ella nos conseguía con su varita mágica tablas y puntas. Últimamente, sufría un maligno conjuro que la obligaba a zarandearnos con su escoba. El cambio se produjo cuando Angélica grabó en la frente de su nieto una brecha.
   Más tarde nos dirigíamos a la cueva de nuestra esfinge. Allí, a escondidas,  observábamos cómo una hembra dominaba a toda clase de hombres con su libertad.
   El tiempo transcurría entre andanzas y juegos, lejos del triste hábito de las calles.
  Un día, Angélica agudizó sus sentidos hacia la casona, lugar tenebroso y cerrado, razón por la cual siempre pasábamos de largo. Era tarde, una ventana abierta nos ofrecía objetos maravillosos. Angélica, al contemplarlos. murmuró:
   “Las cosas están enojadas, algo malo debe de ocurrir. Los cuentos hablan de princesas cautivas por dragones. Nosotros, valientes soldados, las rescataremos”.
   El sonido de su voz nos descolocó, el olor de aventura nos puso a sus órdenes. Desde entonces, acechábamos cualquier descuido de sus habitantes para introducirnos en el palacete. Un domingo, al dirigirnos a misa, descubrimos una abertura. Olvidamos nuestros deberes y comenzamos a cavilar sobre la forma de penetrar en sus fauces. Angélica cogió a su paje y lo introdujo en un patíbulo de hierros. El cuerpo pasó, la cabeza se quedó enganchada. La niña lloraba, un cancerbero nos lanzó sus gruñidos:
   “Angélica, eres un demonio, de ésta no te libras. Verás cuando se entere tu tío, el capitán falangista. Don José, el cura, lo tiene al tanto de todas tus fechorías. Esta vez te has pasado al ultrajar los aposentos de Doña Ana, santa mujer, cuya morada será el cetro de Dios”.
   Corrimos al escuchar el colérico canto. Al advertir la pérdida de la pequeña Julia, Angélica decidió volver, yo también.
  Al llegar, nos hundimos en el silencio de un portón entreabierto. Entramos, el invierno se introdujo en nuestras entrañas. La madre de Angélica, de rodillas, le lloraba a Doña Ana con una súplica:
 “¡No!, ¡a ella no!, ¡ya me dejasteis sin marido!, ¡no os llevéis también a Angélica!”.
  “Lo sacrificamos por el bien de todos: era rojo. Debes ser valiente como el capitán lo fue al eliminar a su hermano. Angélica lleva sus genes, se perderá, con mi ayuda apagaré las alas de un corazón tan abrasador”.
 Por primera vez vimos el hilo del humo picotear la lluvia.
 Angélica se fue hacia su madre, la levantó con cariño y susurró:
  “Vamos, mamá, ya es hora de volver a casa”.
  Un movimiento de Doña Ana interrumpió la escena. Don José y el capitán aferraron a Angélica y la transportaron al interior. La bruja nos expulsó de la siniestra mansión, y nos dejó a la viuda,  su hija pequeña y a mí aporreando una puerta cerrada. Agotadas, regresamos. Yo seguí con la fuga de nuestro Peter Pan, mas los sustantivos perdían sus arrebatos ante nuevas nubes. Poco a poco dejé de contar estrellas; sin embargo, las praderas reflejaban a nuestra heroína con nuevos vocablos. Éstos se fijaron hasta abrir las brechas de un nuevo futuro.
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María Teresa Inés Aláez García
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« Respuesta #28 : Julio 20, 2019, 02:41:24 »


Calendo Griego
   

Al conocerla

Una noche de invierno, y por azar,
emanaba su gruta carmesí
esmaltados sonidos, era un mar
de irrefrenables olas, frenesí.

Del ensueño caía un chorro ardiente,
la coruscante lluvia de su charla.
Una idea febril surcó mi mente:
“¿algún mortal querría silenciarla?”

Desnuda en el delirio de mis ojos,
la media luz de un tálamo futuro
acogió mis eléctricos antojos.

Su risa me sustrajo el paraíso,
volví a la realidad de aquel oscuro
embeleso, mirándola indeciso.
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María Teresa Inés Aláez García
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« Respuesta #29 : Julio 20, 2019, 02:43:09 »

Tres de la madrugada


Los recuerdos 
se han instalado en las ventanas.

Llueve

tras de los ojos, las voces
gotean en los cristales.

Colmillos de plata, la luna sonríe,
me mira cruel.

El silencio escurre
entre pétalos
                    y púas.

Un mundo ilusorio: el corazón.

ojaldeb
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