María Teresa Inés Aláez García
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« : Abril 14, 2018, 04:16:11 » |
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Irene
AMOR IMPOSIBLE II
Cuando los nenúfares cierran sus labios con un suspiro, un jardín de cromatismos luce todo su esplendor. En esos segundos se vuelven a encontrar los dos grandes enamorados: el día y la noche. El cruel firmamento despliega su poder, y la oscuridad, a veces callada, otras brillante, comienza su reinado. La tristeza la embarga. Inicia su declive hacia un nuevo punto de fusión: el alba.
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María Teresa Inés Aláez García
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« Respuesta #1 : Abril 14, 2018, 04:27:44 » |
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Calendo Griego
El clamor del pájaro
De los quietos pájaros que oigo entonar, uno sube el timbre de su dicha rota. Modula doliente nostalgia.
Llora con el dejo triste de los solos el convoy perdido en la fría tarde. De a ratos se inunda en su queja.
Oscuro de nubes, el cielo insensible se niega a escuchar el dolor a gritos. Me duele en los ojos la brisa.
El ave y su pena deciden partir en la singladura del nocturno viento. Se hunde en el mar de naufragios.
Calendo griego
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María Teresa Inés Aláez García
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« Respuesta #2 : Abril 14, 2018, 04:38:40 » |
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ojaldeb Tanka
en el crepúsculo muchedumbre de estrellas fanal de sombras ladrándome con rabia desde los diccionarios
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María Teresa Inés Aláez García
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« Respuesta #3 : Abril 14, 2018, 05:09:00 » |
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carende
Dedicado a Juanvi, mi esposo
¿CÓMO?
Acaricia al candor de tu pregunta el balbucir en tus ojos de malva. Desgranaré con pétalos tu duda: evoca primaveras de fragancias, seduciendo a tu orilla con mi espuma. Hoy, en tus ocres hojas arrullada, encandilo un invierno de ventura.
Soy el nidal alegre que descansa fiel en la galanura de tu mano, porque defines mi aureola blanca, la sonrisa ferviente de mis labios, el sostenido susurro en mi alma; un lienzo de lisonjas entonado.
Y al vislumbrar desasido tu soplo se transforma en desorden la esperanza, trocando mi equilibrio en un rescoldo; sepulcro de mi verbo, de mi entraña. Desvanecen tu ocaso mis sollozos al despertarme tuya en el Nirvana.
29-10-2010
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María Teresa Inés Aláez García
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« Respuesta #4 : Abril 14, 2018, 05:34:00 » |
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Terceto Mi amor te alcanza, asido a tu mano camina junto a ti, busca consuelo en tu sólido palio castellano. Me vi en tus ojos como en claro cielo, en la sonrisa de tu boca grana que se rasgó para azuzar mi anhelo. En el primer instante la mañana engalanó perfumes de tu aliento, pasó el gozo a través de tu ventana. Quiso Dios dedicarme aquel momento, que viese de tu alma su decoro cristalino de luz y sentimiento. Fácil es aspirarte sin desdoro, conseguiré un día que tus rosas perciban la manera en que te adoro. Las estrellas te mirarán celosas en tus noches, altiva castellana, y en tu mirar se lucirán gozosas. Nardy 06-08-05
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« Última modificación: Abril 14, 2018, 05:40:01 por María Teresa Inés Aláez García »
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María Teresa Inés Aláez García
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« Respuesta #5 : Abril 14, 2018, 06:30:18 » |
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POR TAN DULCE AMOR SUSPIRO. Por tan dulce amor suspiro, en tu celo me consumo, mi fragancia va en el humo, gema, rayo en su zafiro. En el latir de las albas explosionan tus colores, la linda faz de las flores bendice los rezos malvas. Y yo acudo a tu presencia a empaparme de tu aliento, aturdida te presiento en el mar de mi conciencia. A tu luz nacen mis versos, de tus plantas olorosas surgen virginales rosas hacia ti sus tallos tersos. Se murió la sombra fría por el cerro y con presteza, me libro de su fiereza y vuelve al fin mi alegría. Las sutiles golondrinas, sus alas, rico tesoro, peinan al sol con decoro entre nubes diamantinas.
Mª Antonia
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María Teresa Inés Aláez García
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« Respuesta #6 : Abril 14, 2018, 06:44:28 » |
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CUANDO TODO PASE
Cuando pase el tiempo y se extinga el sol, morirán las flores, mas nunca mi amor.
Al morir la noche, con las alas rotas partirán los sueños a un cosmos de sombras do reyna el silencio. Mas nunca mi amor.
Cuando calle el eco de un canto postrer llegará el invierno al humil clavel, mas ni el gurdo hielo vencerá a mi amor.
Cuando todo pase y no exista nada, podrás encontrarme en tu corazón. Ausentes los mares, mas nunca mi amor.
Cuando pase el tiempo y se extinga el sol, morirán las flores, mas nunca mi amor.
Raúl Valdez
02/02/2014
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María Teresa Inés Aláez García
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« Respuesta #7 : Abril 14, 2018, 06:55:47 » |
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Alpha_Centaury
EL RECURRENTE OCIOSO
A Pepe el aire no le llegaba a los pulmones. Intentaba distraer la mente, concentrándose en la decoración de la sala de espera. Tenía ya muy vistos esos números de la revista Quo, lectura preferida su dentista para entretener a las bocas que le daban de comer. Tampoco le servía lo de sintonizar con conversaciones ajenas nada edificantes, y fingir a la vez que atendía a una pantalla muda, cegada por los reflejos de la ventana y colgada en una esquina del techo.
Respiró hondo, cerró los ojos y, masajeándose las sienes con sus índices, se planteó la gran pregunta: "¿Qué le voy a contar al psicoanalista?"
Pepe siempre fue un hombre adorado por las mujeres. Atractivo, de verbo ágil, culto y bien posicionado económicamente por mérito y nacimiento, ya que su padre, miembro de una conocida empresa zamorana dedicada a la producción y reparto de sábanas, mantas y edredones, le procuró el refuerzo logístico necesario para favorecer el brillo de su propio talento. Además, le confería un aire interesante su tumultuoso pasado, pues, habiendo coincidido su juventud con los revueltos años 60, pudo permitirse el lujo de ser rebelde, tontear con las drogas y vestir de forma estrafalaria… hasta regresar, como "viejo rockero apóstata", a los buenos modos de la burguesía.
El virus de la inquietud política le había picado tempranito. De niño siempre lograba ser el delegado, no por adular a los profesores, sino por su carisma innato para meterse a los compañeros en el bolsillo. Fue panfletario en su juventud, allá donde había una huelga, allá se apuntaba él. Conoció entonces a Rita, mujer de melena hasta las caderas, en guerra con los tacones, las fajas y el maquillaje, y adicta a la marihuana, la cerveza Alhambra y los ducados, que la hicieron acreedora de un timbre de voz muy característico.
Pepe sonreía al recordarlo. Fueron muy felices en aquellos tempranos años de matrimonio; malviviendo con un trabajo a media jornada a espaldas de su acaudalado padre (con el que ni se hablaba); compartiendo con Rita vida bohemia y pasión, y participando en tertulias filosóficas y políticas con gente que jamás se iba a oponer a su discurso.
Cuando nació su primer y único hijo, Luis, las cosas cambiaron radicalmente. Pepe concluyó que se puede vivir a espaldas de la sociedad mientras no hay hijos que alimentar. Después se necesita la aprobación social para mil cosas en las que ni se repara cuando, por efecto de la juventud, nos creemos invulnerables. Tragando orgullo y suavizando actitudes, tuvo que volver al redil, a la empresa de su padre. Rita optó por cortarse algo el pelo, ponerse mechas, maquillarse y abandonar, de entre sus tres vicios, la marihuana y los ducados, conservando el hábito de beber cerveza como único recuerdo de su pasada identidad.
Ese año, se votó a Enrique Giménez como alcalde de Zamora. Pepe y Enrique habían sido los típicos amigos de toda la vida que se conocían desde que aprendieron a gatear, y que compartieron juegos como el "a ver quién mea más lejos", "a ver quién besa a más chicas", "a ver quién asiste a más manifestaciones esta semana", "a ver quién acaba antes la carrera"… hasta el "a ver quién se casa primero", que dio fin, por exigencias familiares, a su relación.
La noticia de la llegada de Enrique a la alcaldía supuso para Pepe un gran impacto. En cuanto llegó el período ferial, fue a verle A la caseta que la gente de su partido había instalado. Enrique, algo cohibido, sólo asentía cuando Pepe exclamaba: "¡Cómo hemos cambiado!, ¡tanto luchar contra el sistema y ahora estás tú a la cabeza!". A continuación, contento de tener a una figura de poder a mano, pidió un semáforo para su calle. "Ya lo estudiaré", respondió Enrique, apurado.
Pasaron los meses y Pepe fue asumiendo que no tendría ni semáforo ni amigo. Se enfadó y descubrió que el poder, en lugar de corromper, tal vez sea el mejor instrumento para revelar la auténtica naturaleza de las personas. Pepe resolvió hacerle la alcaldía lo más incómoda posible. Sólo contaba con dos armas: la económica (negarle cualquier apoyo empresarial) y la prensa, el cuarto poder, acaso el más importante. Pues bien, los utilizaría.
Pepe perdió horas de sueño, de comer y de vivir, por el bien de su ciudad. Nuevamente la gente del barrio lo veía manifestándose por las calles, fotografiando como un desesperado toda barrera arquitectónica que se encontrara, achacando al Ayuntamiento cualquier eventualidad (motivo que le llevó a ser el presidente emérito de su comunidad de vecinos, de la Asociación de Padres y Madres del colegio y, posteriormente, del instituto de su hijo) y, en suma, siendo la novia en las bodas, el niño en los bautizos y el muerto en los entierros. Si había que firmar algo, lo que fuera, su nombre era el primero. Si había que llamar a la prensa, él la llamaba y hacía todas las declaraciones pertinentes. Si había que denunciar, él imprimía su firma y se hacía cargo de las gestiones. ¿Que ganaba sus pleitos?, se apuntaba un palitroque. ¿Que perdía?, recurría. Se familiarizó de este modo con las leyes y sus trampas, hasta el extremo de ser más eficiente que muchos abogados en materia de Derecho Civil.
Las opiniones de quienes le conocían iban por dos caminos distintos. Unos nombraron a Pepe "Ché del barrio" y le aplaudían cualquier iniciativa, pues sacaban beneficio sin desgaste alguno. Otros opinaban de él que era el tonto de la procesión que por llamar la atención se colocaba delante de los caballos. Mas unos y otros le votaban; no conocían a nadie con más ganas de cargar con los problemas del mundo – y, menos, de solucionarlos-.
Pepe encontró así una vía para canalizar sus inquietudes… y, mientras tanto, Rita se volvía un ama de casa gris y Luis un niño tímido, apocado y tartamudo del que compañeros y profesores, de forma solapada o pública, se burlaban. En estas ideas se dispersaba su mente cuando aquella chica de voz algo nasal e infantil dio el aviso de que Jaime Sánchez, psicoanalista, le aguardaba en su consulta.
- Buenas tardes, Don José – saludó Jaime, con un apretón de manos – bienvenido a mi consulta. Disculpe mi retraso al atenderle, pero tengo por costumbre organizar mi agenda de tal modo que quienes acudan a mí por primera vez se den un tiempo para reflexionar. Hable, le escucho.
Pepe, tras carraspear, le relató al doctor los recuerdos que habían ido acudiendo a él en esa media hora y le expuso el motivo de su visita: no se encontraba a sí mismo, desconocía en qué momento se había perdido. Su mujer dejó de ser su mujer (se divorciaron), su hijo dejó de ser su hijo (Luis no quería verlo ni en fotografía) y había caído en una depresión de la que se veía incapaz de salir.
Tras las sesiones de rigor en las que Jaime condujo a Pepe por el angustiante camino del ego, el yo, el súper- yo, los traumas infantiles, las problemáticas sexuales y los deseos reprimidos, manifestó su veredicto:
- Creo ver claras las líneas maestras de mi diagnóstico e intervención... Verás, desde mi dilatada experiencia profesional, aprecio que sufres el llamado "síndrome del recurrente ocioso". Suele darse en homosexuales reprimidos que inconscientemente fantasean con el alcalde de su ciudad. Otro profesional relacionaría tu malestar con tu divorcio; pero lo más obvio es que Enrique Giménez dejó de ser reelegido en su puesto el año pasado. Actualmente, según leí ayer, se ha retirado a pastar cabras a la sierra de Abrucena… ¡Ve a por él, hombre!, ¡ataca!, ¡igual te hace caso!
Pepe, sin saber cómo encajar la noticia, se marchó corriendo y llorando de la consulta.
Rita, que cinco años atrás había logrado convertirse en Jaime, reía en su silla y se mesaba la barba, satisfecha por haber llevado a término su venganza; el pago por tantos años de abandono.
La recepcionista, aquella chica de voz aflautada e infantil, dio paso de nuevo al siguiente sin inmutarse.
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María Teresa Inés Aláez García
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« Respuesta #8 : Abril 14, 2018, 07:03:17 » |
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Erial La calle del Cabrito
Pequeña , soy mínima, muda, casi invisible. No tengo recuerdos de mi vida anterior, no sé quién fui. En mi cabeza sólo habitan sus voces retumbando como en un eco interminable. Todo era culpa mía, mi forma de ser, mi modo de vestir, mis palabras inadecuadas. A pesar del paso del tiempo no supe corregirme . Por todo ello, me encuentro en esta situación, sin salida, sin escape. Donde quiera que esté, él estará presente.
“ Podemos ayudarte”. Sus palabras no eran diferentes a tantas otras. Levanté la cabeza, en sus ojos se veía algo más, una luz que sí parecía tener salida. Alivio, eso sentí, sus pupilas mecían las mías. Aunque mi primera respuesta fue “no, dejadme en paz”. Con cierta reserva, acepté a tener un nuevo encuentro donde expondrían su modo de trabajar.
Acudí a la cita asustada, sin la certeza de para qué, ni con quién estaba citada, si era hombre o mujer, o ambos. Sólo sabía que su mirada sí era sincera, que creían en lo que decían, y su mensaje “ Podemos ayudarte” era real. A día de hoy, no consigo recordar todas sus explicaciones, qué palabras usaron; poco a poco me convencieron, de lo único que estoy segura es de la sensación. Me estaban regalando la libertad. Sí, decidí tomarla, de cualquier modo apostaría por ella.
Tuvo que pasar mucho tiempo, yo era una mala alumna y me costó bastante aprender; las prácticas de interpretación parecían salir perfectas en los ensayos, después, llevadas a la práctica dejaban mucho que desear. En lo que sí tuve cierto triunfo fue en el manejo de los narcóticos y, extrañamente, tenía una puntería infalible. Muy despacio, iba adquiriendo otras habilidades, el mejor resultado de todos fue que él me creía por completo aniquilada.
Según ellos, mis libertadores, ya estaba preparada para finalizar la tarea, y así lo creí. Quise ser benevolente, piadosa, esperé que fuera un domingo, él estaba más guapo que nunca. Salió de casa como siempre, dando un portazo después de llamarme “gorda de mierda”, yo saqué el bolso que ya tenía preparado en el armario, me quité la bata, y me calcé los mismos zapatos que llevaba la última vez al ingresar en el hospital, allí me llevaron rota, y ellos me compondrían para siempre. Dejé el televisor en marcha, la luz del comedor encendida, y la olla expres silbando. Con todo sigilo junté la puerta, bajando despacito las escaleras, en poco menos de veinte minutos estaría en el lugar escogido.
La calle estaba muy concurrida, bares, pubs y sombríos garitos inundaban el barrio, fácilmente lo distinguí entre los demás, esperé, no tardó en salir, subía por la calle hasta llegar a un callejón: calle del Cabrito, como siempre, estaba a oscuras; era el sitio idóneo, y allí de un certero disparo, lo abatí, cayó a plomo, su pobre cabecita no resistió el impacto. Respiré, en muy poco tiempo estaba en casa, cerré despacio la puerta, y la volví a abrir escandalosamente, a la vez que pulsaba el timbre de mi vecina, Un poco de sal, eso fue lo que me llevó a llamar a su puerta, ella muy amable me la dio, a la vez que me decía, “no te preocupes, la sal no se devuelve”; muchas gracias, de ningún modo podría devolverte el favor.
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María Teresa Inés Aláez García
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« Respuesta #9 : Abril 14, 2018, 07:16:28 » |
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Realidad de siglos
Un manto de egoísmo provoca los derrumbes. Estrechan los caminos
de las patrias perdidas por las fieras corruptas. La traición infinita,
ciega. No oye el grito de la muerte. Consume pueblos envejecidos. Liliana Valido
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María Teresa Inés Aláez García
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« Respuesta #10 : Abril 14, 2018, 07:37:29 » |
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Dage Lo sublime
Suerte y arbitrio seducen mi condición de hombre. Me tienta la infinitud del no conocimiento.
Ansío el lugar extraño donde llueven preguntas y una metáfora colma su hambre de incongruencias. Allí los hombres deliran por arrepentimiento al querer rozar la luz anclados a sus sombras.
Muchos buscan ese mundo en huellas siderales. Mas la idea del Terror anida en los espíritus.
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María Teresa Inés Aláez García
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« Respuesta #11 : Abril 14, 2018, 09:02:47 » |
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El no Poeta
Pertinaz e infame hado yo resisto tu señuelo, ¡arruina ya mi desvelo! Ojos en surco tostado.
Sintiéndome ruin bagazo confina mi juicio al diestro, si no conozco maestro, de sabias letras ni trazo.
Como navío varado soles conté con recelo, cogí la pluma del suelo en tregua con el tarado.
Arrogante, afloja el mazo, raspa mi rostro siniestro, tan rico convite vuestro naciente de un novel lazo.
El guardián sutil y osado me mostró radiante al cielo, mira al frente con anhelo, concluirás roto y cansado.
Frunció la tinta un abrazo esclava de lo que muestro, terminé con mi secuestro; oda libre en mi regazo.
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María Teresa Inés Aláez García
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« Respuesta #12 : Abril 15, 2018, 01:37:20 » |
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La multa
Quien no tiene memoria... Subí las escaleras corriendo, había dejado el coche aparcado en una zona prohibida. Abrí la puerta y entré como un “cohete” hacia la cocina, había dejado allí el teléfono móvil. Al volver hacia la puerta de la casa, pasé junto a la figura de una cabeza tallada en madera; me pareció que levantaba las cejas con expresión de desagrado. Me sorprendió y me quedé observándola sin apreciar nada raro; al fin y al cabo, es una figura de madera. Le dije a mi cerebro que me dejara de líos que tenía prisa; sin embargo y a pesar de que era imposible, habría jurado que la talla de madera movió las cejas. Al bajar a la calle, vi que mi coche estaba siendo multado por un policía de tráfico; es inútil poner excusas, lo mejor es dejarle redactar la multa y acabar, no tenía tiempo de discutir con un policía. Cuando me dio el resguardo de la denuncia, el papel era rosa tirando a fucsia, me sorprendió y al levantar la mirada... la cara del guardia era redonda, completamente circular y blanca y unos labios enormes cubrían la parte inferior del círculo. Me sentí mareado, raro, algo asustado también, caminé hacia el coche sin querer mirar a mi alrededor, abrí la puerta y entré. Fuera estaba el guardia, ya con el aspecto normal que todo guardia debe tener; me miraba fijamente, desconfiando de mí por algún motivo. -Tiene que ser un sueño- pensé. - Una pesadilla, tengo que despertar y todo será normal-. De manera que me quedé quieto al volante, veía como las gentes y el guardia me miraban, todos me observaban y yo me reía de ellos. -¡Idiotas residentes en mi imaginación, iros a la mierda!-. Les dije yo. Entonces el guardia se me acercó decidido y me dijo: -Salga usted del coche por favor-. Me quedé dentro del vehículo y observé que a mi alrededor se amontonaban ojos, sólo ojos, ni bocas ni orejas, sólo ojos que me observaban. Me enfadé, salí del coche airado y la emprendí a golpes con esos ojos; gritaba: -¡Ya está bien pesadilla asquerosa, vete ya!-. Escuchaba sonidos que no podía identificar, de pronto, caí al suelo y las cosas a mi alrededor volvían a ser reconocibles.
Entre varias personas me habían reducido, estaba de cara al asfalto con los grilletes puestos en mis manos, pegadas a la espalda. Ante mis ojos caminaba una hormiga, indiferente a mi presencia, se me ocurrió pensar en que quizá otros ojos me observaban, y yo era tan indiferente a su presencia como la hormiga era indiferente a la mía. Mientras, las cosas pasaban sin importarme mucho, reflexioné acerca de la existencia de la hormiga, de cómo ella hacía su vida, sin saber que muchas compañeras suyas habían sido aplastadas o gaseadas por gentes de mi especie.
Recuerdo que me llevaron a algún lugar, me transportaron de allá para acá, se preocupaban por lo ocurrido conmigo, imagino, porque recuerdo a alguien haciéndome preguntas que no acabo de recordar, pues a medida que reflexionaba acerca de la hormiga, todo cuanto ocurría me iba siendo indiferente. Altabix.
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María Teresa Inés Aláez García
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« Respuesta #13 : Abril 15, 2018, 01:40:58 » |
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https://www.metaforas.com.es/diana-gioia/en-minusculas/low-cost/
low cost
Creative Commons License Texto bajo una licencia de Creative Commons. LOW COST
Empecé a viajar siendo tan pequeña que los aviones eran todavía de hélices, los vuelos caros y reservados a los privilegiados; yo era una de ellos. Mucho más tarde llegaron a mi vida los vuelos transoceánicos en inmensos aviones con escaleras de caracol y salones. En esos viajes no había problema con la distancia entre la filas de asientos, incluso en turista, ni tampoco con la comida. Fueron buenos años para viajar, a pesar de que no todos los vuelos tuvieran ya fingers y hubiera que desplazarse aún al avión en autobús. Pero cualquier viaje es mejor que un low cost. ¡Santo cielo, es barato pero qué caro se paga! Primero, porque hay que renovar las maletas constantemente, ya que cada vez se reducen más los kilos que se pueden embarcar y los que permiten llevar en cabina. Segundo, por el tiempo que se pierde quitando y poniendo cosas en la maleta y pesándola en el cuarto de baño. Tercero, por el agobio, las colas para poder sentarse con la persona con quien viajas, las esperas por los atascos que provocan los que llevan una maleta de mano de tamaño superior al permitido que se queda atascada en la estructura metálica de comprobación y hay que asistir al lamentable espectáculo de ver al pobre viajero arrancándole de cuajo las ruedas o bien a la desgraciada turista a quien obligan a estrujar en la maleta un pequeño cartel de recuerdo que acababa de comprar en el aeropuerto, como he presenciado en mi último viaje. Y el bolso que lo tienes que comprimir dentro del equipaje de mano, ya que solo está permitido llevar un bulto, mientras sujetas con la boca el dni o el pasaporte y la tarjeta de embarque, que se comprueba en facturación, en seguridad, en embarque y en el avión. Si llevas una botellita de agua comprada tras haber pasado seguridad, tendrás también que comprimirla en la maleta, que ya está a reventar, y cuando hayas conseguido embutirla debajo del asiento delantero, antes de proceder a embutirte tú misma en tu correspondiente asiento, te darás cuenta de que te la has dejado dentro junto con el libro que te habías comprado para el trayecto, los pañuelitos para los estornudos inevitables de quienes padecemos sensibilidad a los cambios de temperatura y a los chorros de aire de los que se lo ponen a tope y dirigido hacia ti. Solo resta aguantar el tormento de los discursos de la azafata ofreciendo productos de venta tax free, comida y bebida con sus respectivos precios, e incluso, la última moda, boletos para rifas. Ya no queda más que desencajar la maleta, si se puede, salir, bajar y pegarte la caminata en fila india hasta la terminal siguiendo el itinerario marcado en la pista, llegar a la cinta correspondiente para recoger la maleta y que llegue, si llega. Les he ahorrado la descripción de los cabreos de quienes han olvidado quitar de la maleta de mano cualquier objeto que pueda atentar contra la vida de los pasajeros como la limita de uñas o el pinchito de plástico para sujetarse el pelo, así como alguna botellita de tónico facial, que puede confundirse con un explosivo de largo alcance. Estas historias son viejas y ya no hacen gracia a nadie.
Diana Gioia
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María Teresa Inés Aláez García
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« Respuesta #14 : Abril 15, 2018, 01:44:47 » |
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Escrito durante el trayecto en tren desde Cartagena hacia la Unión y corregido en el foro Metáforas de Diana Gioia.
En recuerdo de un verso de Manuel Altolaguirre, inserto en un poema dedicado a Lorca: "yo y mi sombra, ángulo recto".
La pluma en mi mano es buque velero de signos e impromptus, bulto de venenos, arriba al papel en cande silencio. Larga sutileza con un azar diestro.
La pluma en mi mano. De perfiles viejos guía constructora, guarda de misterios. Visión de ladrillos rojos y berrueco. Sobre sus paredes pasean los versos.
Mi pluma en la mano, alambre sintético. Sufre; es estéril. Libre de conceptos. Pulsos electrónicos, hilos indefensos de luz abismal giran por sus cielos.
La pluma en mi mano grita por el pecho. Lo que jamás dice se expone en los besos. En el hombro, inmóvil, pervierte los nervios. Llega hasta los surcos, transforma los dedos.
La pluma en mi mano sigue vericuetos. Calígrafa ágil, peligros inciertos. Provoca temor, carcajea en sueños. Navaja brillante: corregirá yerros.
Poeta febril, glacial nube, cierzo. Veloz por el monte a través del tiempo. Muy apasionada ante tu deseo. Psique, paso, hija piadosa en sus rezos.
Plumilla en mi mano. Atroz cortafuegos. Vuela entre las nubes y sale a tu encuentro. Descubre mi pluma. Te da mis proyectos. Abanico dúctil de voces al viento. Abril 2003.
Corregido en el foro Metáforas de Diana Gioia. (c) María Teresa Aláez García. Mayte Aláez. Mtiag. Pernelle.
Dedicado a todos mis amigos y amigas de Metáforas. Y, en concreto, a Diana. ¡Gracias!
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