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Ricard. In memoriam, 7 de agosto de 2009.
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Autor Tema: Marzo 2017  (Leído 18020 veces)
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María Teresa Inés Aláez García
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« : Marzo 01, 2017, 08:30:39 »

Escrito para Adrián.
Un niño de un añito.

¡BUENOS DÍAS, SEÑOR SOL!

Todas las mañanas, desde que nació Adrián,  el señor Sol venía a saludarlo cantando una  bonita canción mientras bailaba entre las nubes:
-¡Buenos días, Adry,  corazóooooooon!
 Y  siempre,  la yaya respondía al Señor Sol porque  el bebe  aún  no sabía hablar:
- Bien, ¿y tú?, ¿cómo estás,señor Sol?
 Y así el sol y la yaya hacían  llegar a los oiditos de Adrián la misma melodía:
-¡Buenos días, señor Sol, ¿cómo está mi corazón?, uuuuuuum, uuuummmmm.

Un día, la yaya y Adrián vieron que la mañana  no se hacía de color blanco y que el señor Sol no venía a saludar. Entonces,  la yaya se asomó a la ventana y vio  que una Nube muy espesa, casi como un chocolate,  se había puesto delante del señor Sol, y por  eso el señor Sol estaba triste  y lloraba.
La yaya no quería ver triste al señor Sol y  corrió a decirle  a la Nube que se fuese un poquito  para otro lado,  pues el señor Sol no podía salir; pero, …  A la Nube no le apetecía porque ese día estaba un poquito traviesa.
La yaya no se quería enfadar y darle con un palo a la Nube pues las nubes son siempre buenas y debíamos convencerla.  No había manera, la Nube estaba demasiado  oscura y cuando el señor Sol intentaba  moverse, ella rápidamente se ponía delante.
 Así que  a la yaya no  le quedó más remedio que ir a charlar con el señor Viento.  Cuando el Viento escuchó que el señor Sol lloraba porque la Nube no lo dejaba salir,  fue cerca de la Nube, y dió un soplo gigante y la Nube negra se fue.
 Entonces  Adrián y la yaya vieron como el  señor  Sol sonreía e iba desplegando sus rayitos y haciendo blanca la mañana.
 Al poco rato fue a dar los buenos días a su amiguito Adrián cantando, como siempre:
- ¡Buenos días!, corazón.
- Buenos días,señor  Sol.

Ahora, los  tres estaban muy felices. Y, colorín colorado este cuento se ha acabado.

Carende
Su yaya Mamen
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María Teresa Inés Aláez García
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« Respuesta #1 : Marzo 06, 2017, 09:21:38 »

   
Triste Navidad

¡Oh dulce Navidad, triste de ensueño!.
Qué mal te ven en casas del olvido,
del olvido de un Dios, quizás perdido,
dejando un nacimiento sin su dueño.
 
¡Señor!. Hay niños faltos de comida,
no precisan turrón ni exquisiteces,
sino el pan de tu amor y aquellos peces
que ofreciste en la ruta de tu vida.
 
Sin concebir motivo de abandono,
ellos siguen muriendo de la hambruna
y no quieren mirar hacia tu cuna,
lo harían con los ojos del encono.
 
Pobre la Navidad cuando consientes
esta desigualdad en que se canta
por un lado, canción que al hambre espanta,
por otro, villancicos complacientes.
 
No soy nadie, al haberte censurado
me duele si te sientes ofendido,
tú relegaste un mundo que, afligido,
olvida a quien a ellos ha negado.

Nardy
« Última modificación: Marzo 17, 2017, 11:35:59 por María Teresa Inés Aláez García » En línea

María Teresa Inés Aláez García
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« Respuesta #2 : Marzo 06, 2017, 09:57:00 »


AL ÁNGELUS.
 
Al ángelus te elevas, madre mía,
al misterio te fundes con ardor,
ya tu copa consagras al amor,
virtud que tu universo conseguía.
 
Majestuoso equilibrio fue tu guía
a regiones solemnes, diosa y flor
engarzada en los iris de esplendor
al Santo Celo viertes tu alegría.
 
Persigo tu perfil, mujer amante,
te anuncia con amor la gloria pura
escanciada con luz y sal triunfante.
 
 El Edén se recobra en tu hermosura
tus entrañas gestaron ese instante,
mi orgullo, de tu vientre ser criatura.

Rosas.
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María Teresa Inés Aláez García
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« Respuesta #3 : Marzo 06, 2017, 10:44:49 »

MI OCASO
 
 
¿Quién no admitirá retraso?
Mi ocaso.
¿Alguien ultima mi suerte?
La muerte.
¿Cómo figuro en la historia?
Sin gloria.
De mí no existe memoria,
dios Cronus fue mi rival,
oteo el obvio final:
mi ocaso, muerte sin gloria.

Raúl Valdez
« Última modificación: Marzo 17, 2017, 11:34:22 por María Teresa Inés Aláez García » En línea

María Teresa Inés Aláez García
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« Respuesta #4 : Marzo 07, 2017, 12:04:35 »

Infierno de aire

Odio mi infierno de aire,
secuestrador de pupilas,
le detesto por cobarde,
me encadena a la rutina;
rebelde, sigo adelante,
arracando mis esquirlas,
arderán los almanaques
en el vuelo a la salida.

Alpha Centaury
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María Teresa Inés Aláez García
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« Respuesta #5 : Marzo 07, 2017, 12:56:16 »

    
Sensaciones

Te busco, no  puedes hablar.
Entiendo tu alegato indeformable,        
las horas  se escapan de tus manos;        
las mías difunden tu silueta        
-la que asciende por ciudades y arroyos-      
y desconocen de ti lo inédito,        
la curva  de tu ceja cuando te ofreces    
por completo y confías tu forma
a otro desconocido.
Erial
« Última modificación: Marzo 08, 2017, 05:32:17 por María Teresa Inés Aláez García » En línea

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« Respuesta #6 : Marzo 08, 2017, 05:37:14 »



Nostalgia

Hojas vencidas,
lágrimas del otoño
pueblan mis ojos.
¿El tiempo?  Profecía.

Liliana Valido
« Última modificación: Marzo 17, 2017, 11:33:15 por María Teresa Inés Aláez García » En línea

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« Respuesta #7 : Marzo 08, 2017, 08:05:54 »

Una traición

Todo lo que en el mundo poseía
   era una habitación y su gatito.

   ¡Siquiera imaginaba alguna dicha
   diferente a su juego y su cuidado!

   Encendida la tele,  en el sofá,
   el chiquito maullaba en su regazo.

   "¡Mi pequeño!, ¡criatura!, ¿ves tu estrella?,
   ¡de mi noche borró la oscuridad!"

   (Un dulce amanecer de primavera
   sumida en la basura la encontraron;

   consagrada al hambriento, su animal,
   herido el vientre, dábase a su gato).

Dage
« Última modificación: Marzo 17, 2017, 11:32:56 por María Teresa Inés Aláez García » En línea

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« Respuesta #8 : Marzo 08, 2017, 08:25:38 »

El no Poeta

Pertinaz e infame hado
yo resisto tu señuelo,
¡arruina ya  mi desvelo!
Ojos en surco tostado.

Sintiéndome ruin bagazo
confina mi juicio al diestro,
si no conozco maestro,
de sabias letras ni trazo.

Como navío varado
soles conté con recelo,
cogí la pluma del suelo
en tregua con el tarado.

Arrogante, afloja el mazo,
raspa mi rostro siniestro,
tan rico convite vuestro
naciente de un novel lazo.

El guardián sutil y osado
me mostró radiante al cielo,
mira al frente con anhelo,
concluirás  roto y cansado.

Frunció la tinta un abrazo
esclava de lo que muestro,
terminé con mi secuestro;
oda libre en mi regazo.

Marc de la Torre
« Última modificación: Marzo 17, 2017, 11:32:04 por María Teresa Inés Aláez García » En línea

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« Respuesta #9 : Marzo 08, 2017, 08:38:13 »

 
   
Mi cara en tu espejo

Si miras verás mi cara en tu espejo,  una mirada que se clava y te deja sin hablar.

Porque me viste y me quisiste; como se canta un bolero.

Porque me miraste  a los ojos y me amaste sin temblar, tu mirada  cálida, amorosa y sencilla.

Me dijiste que me amabas y no  me olvidarías.

 Con el paso del  tiempo,  una fuente de hielo creció entre tus ojos y mi alma.

Y te añoro apasionado, como se quiere a un hijo, como se aguanta al dolor.

Y eres al fin un recuerdo plácido,  frustrado abrazo,  desatino doliente

Altabix
.
« Última modificación: Marzo 17, 2017, 11:31:37 por María Teresa Inés Aláez García » En línea

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« Respuesta #10 : Marzo 09, 2017, 11:23:39 »

Esperanzados ojos de sonrisa
llenos de luna, frágiles jactancias.
fonemas carmesíes de fragancias
tejidos por los dones y su brisa.

Tu piel, la dulce luz de poetisa.
Espíritu dichoso en alternancias:
reír, llorar. Tristezas. Son tan rancias,
trabajo en lucha lóbrega, sin prisa.

Mujeres, sois felices bienhechoras
discretas ante pérfidos varones
buscando así la paz, conciliadoras.

Belleza tras las fusas de canciones
escritas por las albas soñadoras.
Frascos de añil, jazmines de los sones.

Corregido en el foro Metáforas de Diana Gioia.
(c) María Teresa Aláez García. Mayte Aláez. Mtiag.Pernelle
.
« Última modificación: Marzo 17, 2017, 11:31:02 por María Teresa Inés Aláez García » En línea

María Teresa Inés Aláez García
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« Respuesta #11 : Marzo 10, 2017, 04:03:27 »

La esperanza




Recala cual suave canto
o como brisa viajera,
al llegar colma la espera
y el penoso desencanto.      
Evapora todo el llanto
al revestirnos con sueños          
gloriosos y con empeños
engalanados de magia.
Su existencia nos presagia
dulces instantes risueños.


Esta suerte y su favor
nos otorgan la confianza;
con muy poco nos alcanza
para luchar con valor.
Se intuye, incluso, el temblor
de la frágil mariposa
al descubrir a la rosa,
libando de su belleza.
Es germen de gran riqueza
la esperanza esplendorosa.


Si esta virtud nos viste,
notamos que el corazón
se provee de pasión
y su hechizo nos asiste.
La vida no es ya triste
como en el tiempo pasado,
queda el mundo perdonado
si nos retorna el amor.
La alegría es mayor
si se vive esperanzado.



Candela Martí
« Última modificación: Marzo 17, 2017, 11:30:24 por María Teresa Inés Aláez García » En línea

María Teresa Inés Aláez García
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« Respuesta #12 : Marzo 11, 2017, 10:40:15 »

La barbarie

Tempestades de fuego,
calvario de la historia.
En el cordón del tiempo

sangra la humanidad
en sollozos de muerte.
Justicia, su disfraz

alimenta el desprecio
por la vida. Las sombras,
la barbarie al acecho.

Liliana Valido
« Última modificación: Marzo 17, 2017, 11:29:39 por María Teresa Inés Aláez García » En línea

María Teresa Inés Aláez García
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« Respuesta #13 : Marzo 11, 2017, 10:45:44 »

SALDO FINAL

Deshabitada, como el desliz breve
del saldo final
de una ilusión sin compromiso,
en ese recodo me siento
estando lejos de tu geografía.

 (Freya)
1º de Abril 2012.
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María Teresa Inés Aláez García
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« Respuesta #14 : Marzo 15, 2017, 12:41:02 »

Miguel

No debí dejar que se fuera del pueblo. Ella estaba empeñada en irse a curar, pero yo no quería. Cuando se subió al camión vi que se persignó tres veces, como era su costumbre, y se despidió de mí con la mano. Pensé en subirme con ella pero estaba bien lleno de gente. El camión se dio la vuelta y, cada vez que avanzaba, se iba haciendo más chiquito y más chiquito hasta que se confundió con la polvareda que se levantaba por la tierra seca. De pronto, la carretera se quedó sola, no había nada, ni siquiera el polvo que había levantado el camión. Estaba tranquilo, sólo se oía pasar el agua del arroyo que nunca estaba quieta. Una iguana salió a tomar el sol que calentaba las piedras. Entonces me fui pa la casa. Se me escurrieron las lágrimas, pero me las limpié con el pañuelo antes de que alguien me viera. Yo no quería que se fuera a curar y menos a la capital, dicen que es bien peligrosa, que está llena de rateros. Además, ¿qué tal si no aguantaba la operación? Doña Refugio, la esposa de Joaquín el de las naranjas, de tan vieja que estaba ya no despertó. Los doctores dijeron que había sido la presión, pero yo sé que fue de pura congoja. ¿Qué tal si a mi mujer le pasaba lo mismo? Aún recuerdo la noche antes de que se fuera. El cuarto estaba envuelto en una negrura espesa, no podía ver nada a través del mosquitero. Nomás oía los grillos que chillaban entre las tejas y los aullidos de los coyotes en el cerro.

―Ay, Miguel. Tú no sabes de estos dolores que a mí me dan. Tal vez pienses que yo ando como si nada, pero a mí me duele harto la panza, como si tuviera un nudo que me retuercen y me retuercen hasta que me tumba el dolor. El médico dijo que la operación era la única manera de que se me quitaran.
―Bueno, pues, me voy contigo entonces.
― ¿Y quién va a cuidar las vacas, darles el alimento, llevarlas y traerlas del potrero? Acuérdate que La Pinta está preñada. Aquí la gente apenas tiene tiempo de acabar sus quehaceres. Nadie va a querer aceptar otro trabajo por pura caridad y nosotros no tenemos dinero.
― ¿Y si te pasa algo?
― No seas necio, Miguel. No me va a pasar nada. Susana va a estar esperándome en la terminal. Y de ahí nos vamos a ir derechito al hospital. Tú no tienes de qué preocuparte.
―Pero, vieja, ¿cómo voy a comer?
―Te voy a dejar hartos calditos pa que nomás los calientes, o te vas allá,  a comer con la comadre Lola, ella nunca nos niega nada. De hambre no te mueres.
―No me dejes, Lupe.
―Ya duérmete mejor. Si me sigues desvelando mañana no podré recordar temprano.

     Estuvo dando vueltas en la cama hasta que le pasé el brazo encima y se quedó dormida. Mi mujer era así. Con tantito que me le arrimara en la cama, se hacía de lado para que yo la abrazara mejor y pusiera mi pierna sobre la de ella. Aunque no me dijera nada, yo sabía que le gustaba que la abrazara, sentir mi calor  y mi cuerpo pegado al de ella. Por eso, estando dormida, luego luego se acomodaba a mis brazos. A veces de día, cuando la quería abrazar, me quitaba “¡Aplácate, Miguel! ¿Qué no ves que estoy haciendo el quehacer?”, me decía. Y yo me iba a desgranar el máiz o hacer otra cosa, pero dentro yo sabía que le gustaba tanto como a mí.

     No podía decirle nada, estaba convencida. Además yo había visto cómo le daban los dolores, cómo gritaba, ni caminar podía la pobre. En esos tiempos, cuando le agarraban los cólicos, yo hacía todo el quehacer pa que no se cansara, le hacía sus tecitos, le daba de comer a las gallinas. Pero de nada sirvieron tantos cuidados. De todos modos se murió. La enterramos junto a su padre, don Ezequiel. Susana no se ha vuelto a parar por aquí desde el entierro, su madre era la única razón por la que a veces nos visitaba. Nunca me perdonó aquel malentendido. Yo ni sabía que el tal Juan andaba por esos rumbos cuando andaba cazando al coyote que se comía las gallinas.  De seguro fue obra del Diablo, porque la bala le atravesó en el meritito centro de la frente. No me caía nada de bien, tenía la sangre pesada, pero era buen muchacho. Por eso Susana se fue con su tía Remedios a la capital. Ella, solita, vino. Mis otros hijos se fueron muriendo de uno por uno. Dos, cuando apenas eran unas crías, murieron de tifoidea, a otro lo mataron sin decirnos siquiera porqué y los demás se fueron pa el norte y se quedaron en el río. Quizá así está mejor. Que no venga. ¿Pa qué quiero que me vea así de viejo? Le voy a dar lástima con estos cueros que me cargo. Mejor me muero solo, sin dar lástima a nadie.

     El rebozo de Lupe está tendido sobre la silla, como extrañándola. A veces sueño que estoy en un potrero que no es mío, está grande y con la tierra agrietada por el sol. No hay ninguna planta, sólo un sendero de tierra aplanada por la que camino. Entonces la veo, allá, a lo lejos. Va caminando sola, con el rebozo en la cabeza. Y voy corriendo, quiero acercarme, alcanzarla, pero ella corre también. Y le grito: ¡Lupe, espérate!, ¡Lupe! Me tropiezo hartas veces con las piedras, miro abajo y no traigo huaraches. Pero sigo corriendo sobre la tierra caliente. Hasta que la alcanzo, le pongo la mano en el hombro y le quiero dar la vuelta. Entonces se oye una carcajada alrededor de todo el potrero y cuando miro mis manos nomás tengo un montón de trapos viejos. Lupe, Lupe, ¿estarás descansando en paz? Porque yo aquí no descanso nada, aunque me la pase todo el tiempo.

      Desde aquí, en la hamaca, se ve cómo el aire mueve las ramas del huizache, como si le acariciara las hojas con mucho cariño. Parece que no hay nada en el cielo, pero si uno se fija bien, hay una argolla de luz blanca en vez de luna. Por eso no hay claridad, está oscuro, oscuro. La vela que encendí sobre la mesa, apenas ilumina su retrato, yo la miro. Dicen que cuando la vela que se le prende a un muerto casi no alumbra es porque le falta luz pa encontrar su camino en la otra vida. La sombra sobre la pared sube y baja, así como da luz también la quita. Todas las cosas se ven más negras. Y la mecha de la vela se mueve como si bailara con el viento, como columpiándose, como si quisiera apagarse con todas sus ganas pero no pudiera.


Orlando
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