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Autor Tema: Abril 2013  (Leído 2663 veces)
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María Teresa Inés Aláez García
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« : Noviembre 13, 2013, 05:44:51 »

Si tú faltas la vida continúa...

Cuánta belleza en esa frase y la cantidad de connotaciones que pueden salir de sus significados.

A pesar de ser utilizada por una empresa para vender seguros vitales, jugando con el miedo a la muerte y a la pérdida física, emocional o psicológica, para mí es una frase liberadora.

Si existe la ausencia de los seres vivos la existencia continuará. ¡Por supuesto! Pero... ¡qué descanso, el poder pensar que ese vacío se llenará de la alegría de quienes vienen detrás o de las emociones positivas de las personas que se quedan!. El cielo, como dice la canción, seguirá siendo azul; se repoblarán los bosques, la naturaleza estará viva y moverá las entrañas del planeta provocando sus terremotos, erupciones y huracanes, ¡cierto! mas... sin víctimas, porque el ser humano habrá, por fin, aprendido a que cada persona, animal o suceso, debe continuar su camino, dirección y trayectoria y somos muy pequeños, en poder, posesión, dignidad o en energía, para impedirlo. Ni siquiera somos dueños de nuestra persona y aliento vital; mucho menos de las ajenas. Es mejor permanecer al margen o en la orilla, disfrutar de la visión o del estudio del suceso más que participar, posteriormente, del auxilio a las víctimas porque los políticos de turno no han organizado ni legislan las medidas oportunas para impedir desastres y muertes.

Aún en el momento en que nos vayamos... nuestras familias seguirán adelante. Hijos, hermanos, sobrinos, formarán sus propios hogares, tendrán sus trabajos, relaciones, disfrutarán de sus vidas y nuestros padres, tíos o abuelos aún aprenderán, diariamente, algo nuevo. Nos sentiremos tan tranquilos que nuestros pasos hacia la luz serán seguros, alegres, pacíficos. El corazón se sentirá aliviado por que el esfuerzo invertido, dentro de nuestras capacidades, tendrá un fruto lleno de belleza.

Cuando yo falte espero que la vida continúe. ¡Por supuesto que sí! Que los niños puedan aprender en sus escuelas seguros de que no les faltará alimento, ropa, hogar, cariño de sus padres y maestros, amigos y un entorno que les acogerá, enseñándoles a ser compatibles con la vida. También deseo que el mundo que siga girando detrás de mí no conozca desigualdades de ningún tipo porque todos somos personas imperfectas y necesitamos cubrir, de forma distinta, nuestras necesidades y adaptaciones, pues nos podemos complementar y hay una gran diversidad de voluntarios que están deseando ayudar; poseen conocimientos y saben cómo hacer que nadie se sienta desgraciado por no conseguir una existencia adecuada.

Espero que, cuando falte, las semillas que he sembrado, crezcan. Pero no sólo en la tierra de las macetas o en el agua del mar sino también en los corazones. Y un beso se multiplique en cien o en mil o en un millón. Que las personas tristes que encuentro en el camino y a quienes abrazo con toda la estima posible, sientan ese calor y sepan dar un poco a otras con lágrimas en los ojos o en el alma. Deseo que cualquiera de las notas o silencios provocados por los dedos, ya desgastados, sobre la guitarra, se prendan en las mentes de quienes escuchan los cantos de esperanza y alegría que se desgranan en la voz y el alma de los compañeros de coros y orfeones.

Será fabuloso desear que las letras bailen en las plumas de los escritores que vienen detrás y sigan pintando los fenómenos estelares y atmosféricos de tintes diferentes; que los pintores impriman en los impulsos electrónicos las cualidades de la música y que los intérpretes vocales e instrumentales iluminen los lienzos grises de neuronas con todo el prisma de colores que la luz de sus sonidos pueda desintegrar. Que los escultores esgriman sus cinceles al ritmo de los tonos matemáticos en compases de formas diferentes y que los arquitectos aúnen luz, armonía, materiales, fórmulas, luces y sombras con un equilibrio lógico dentro del caos inesperado que mostrarán los inventos del futuro. Y maravilloso concebir que los científicos e investigadores se vieran reforzados en sus estudios por la gran mayoría de la humanidad, beneficiada por tantas horas de cansancio y se recompense el hecho de que todo ser humano se integre, gracias a ellos, en una vida feliz, digna y adecuada, no a los intereses creados, sino a los que demanda el sentido común. En lugar de guerras asesinas por el poder o el dinero, me encantaría dejar miles de jóvenes y mayores contentos con premios en sus manos, rodeados de personas agradecidas porque ven, oyen, caminan, cantan, corren, tienen amigos, han superado sus enfermedades o aspiran a llegar, cualquier día, a vivir en la Luna, en Marte o a cultivar rosas y jazmines en sus balcones gracias a los esfuerzos en investigación, desarrollo y cultura.

Hay cosas muy difíciles que me gustaría que se solucionaran antes de marcharme: que miremos, cada cual, la carga que llevamos dentro y fuera. Esa tan innecesaria que nos hemos colocado, con envidias, prejuicios, egoísmos, culpas innecesarias, odios y malestares, egocentrismos, necesidades que, realmente, ni siquiera nos corresponden, prepotencias, afanes interesados de resaltar, vanidades y orgullos, la codicia, las cobardías y miedos que nos creamos, el control mayestático. Toda esa carga que convierte un período de vida transcurrido entre cero y cien años en un infierno para gran parte de la humanidad. ¿En serio hace falta eso? Si todos venimos igual y nos marcharemos del mismo modo: desnudos y sin más aporte que nosotros mismos. Creo que a más de uno, dos o tres nos hace falta orar o meditar con los ojos cerrados, en consonancia con nuestro espíritu y con nuestro Creador - en mi caso, Dios, en otros casos, otros dioses o, dándose la circunstancia de carecer de fe, la conciencia de cada cual- porque seguro que tenemos muchísima basura que destruir.

El universo gira en un baile similar al de los vientos. Es un movimiento circular como el corazón de las margaritas y vive entre capas de pétalos rosados. Sí, espero que los seres de nuestro planeta dancen al compás del amor que habite en su espíritu y no bajo los bastones de mando de los bancos o la política. ¡Cojan sus manos, acudan a las plazas y sonrían de felicidad porque se sientan personas, iguales y dignas!. Sepan que son seres vivos con todos los derechos del mundo capaces de cumplir los deberes de los que se hacen responsables. Que sean felices por poder encargarse de sus propias elecciones y que éstas sean creativas, vitales, procurando el bien social e individual.

Pero, más todavía... Espero que, cuando yo falte, las personas se reconozcan en su interior: en los diamantes de sus dones y facultades, en los rubíes de su generosidad y su cariño, en las esmeraldas de sus sonrisas y en los zafiros de sus capacidades y no, únicamente, en la calidad de su aspecto y presencia. Que las etiquetas sólo sirvieran para acordarse de cuándo hay que regar las plantas, cortar el césped, celebrar el cumpleaños de los abuelos o acudir a dar una sorpresa a una persona que siente sola, a visitar a quienes carecen - por ahora - de familia o de cariño y compañía... ¡ y para que no se queme el asado en el horno!

Así se irán borrando las huellas, agotadas, del pasado y lucirán, brillando en los dedos argentinos de riachuelos, las sonrisas del confín del mundo; de un futuro precioso, magnífico, justo y ecuánime, para todos los seres que existen hasta los confines de, a saber dónde. A ver si es cierto, de una vez por todas, que el amor de verdad, con mayúsculas, el Amor, se convierte en ley.



Besos y abrazos. Paz, amor y luz para todos. Si os parece bien, en G minor.

María Teresa Inés Aláez García (Disculpen los errores pues está sin corregir).

http://www.youtube.com/watch?v=Afqy_QPZlTw
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