NACIMIENTO
En un ocaso suave, de risas y pastores,
la tierra se llenaba de crecientes rumores
y en un pueblito hebreo, bajo el yugo romano,
daba a luz una Virgen, en un portal cercano.
Al nacer ese niño, que salvaría el mundo,
la humanidad tomó un porvenir fecundo.
A adorarle llegaban de múltiples rincones,
le traían presentes, entonando canciones.
En esa misma fecha, de distantes regiones,
tres Magos arribaban con la piedad patente.
Ante Dios accedía toda clase de gente:
pastorcillos risueños, de cortos pantalones,
ilustres publicanos, de grandes posesiones;
plebe buena y humilde que tan sólo pedía
paz, amor y trabajo. El Niño, en su utopía,
se despertó sonriendo y, con fértil ternura,
a todos les bendijo en celestial ventura.
Era una noche clara… con brillos de armonía.