altabix
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« : Septiembre 26, 2009, 10:36:47 » |
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Quien no tiene memoria... Subí las escaleras corriendo, había dejado el coche aparcado en una zona prohibida. Abrí la puerta y entré como un “cohete” hacia la cocina, había dejado allí el teléfono móvil. Al volver hacia la puerta de la casa, pasé junto a la figura de una cabeza tallada en madera; me pareció que levantaba las cejas con expresión de desagrado. Me sorprendió y me quedé observándola sin apreciar nada raro; al fin y al cabo, es una figura de madera. Le dije a mi cerebro que me dejara de líos que tenía prisa; sin embargo y a pesar de que era imposible, habría jurado que la talla de madera movió las cejas. Al bajar a la calle, vi que mi coche estaba siendo multado por un policía de tráfico; es inútil poner excusas, lo mejor es dejarle redactar la multa y acabar, no tenía tiempo de discutir con un policía. Cuando me dio el resguardo de la denuncia, el papel era rosa tirando a fucsia, me sorprendió y al levantar la mirada... la cara del guardia era redonda, completamente circular y blanca y unos labios enormes cubrían la parte inferior del círculo. Me sentí mareado, raro, algo asustado también, caminé hacia el coche sin querer mirar a mi alrededor, abrí la puerta y entré. Fuera estaba el guardia, ya con el aspecto normal que todo guardia debe tener; me miraba fijamente, desconfiando de mí por algún motivo. -Tiene que ser un sueño- pensé. - Una pesadilla, tengo que despertar y todo será normal-. De manera que me quedé quieto al volante, veía como las gentes y el guardia me miraban, todos me observaban y yo me reía de ellos. -¡Idiotas residentes en mi imaginación, iros a la mierda!-. Les dije yo. Entonces el guardia se me acercó decidido y me dijo: -Salga usted del coche por favor-. Me quedé dentro del vehículo y observé que a mi alrededor se amontonaban ojos, sólo ojos, ni bocas ni orejas, sólo ojos que me observaban. Me enfadé, salí del coche airado y la emprendí a golpes con esos ojos; gritaba: -¡Ya está bien pesadilla asquerosa, vete ya!-. Escuchaba sonidos que no podía identificar, de pronto, caí al suelo y las cosas a mi alrededor volvían a ser reconocibles.
Entre varias personas me habían reducido, estaba de cara al asfalto con los grilletes puestos en mis manos, pegadas a la espalda. Ante mis ojos caminaba una hormiga, indiferente a mi presencia, se me ocurrió pensar en que quizá otros ojos me observaban, y yo era tan indiferente a su presencia como la hormiga era indiferente a la mía. Mientras, las cosas pasaban sin importarme mucho, reflexioné acerca de la existencia de la hormiga, de cómo ella hacía su vida, sin saber que muchas compañeras suyas habían sido aplastadas o gaseadas por gentes de mi especie.
Recuerdo que me llevaron a algún lugar, me transportaron de allá para acá, se preocupaban por lo ocurrido conmigo, imagino, porque recuerdo a alguien haciéndome preguntas que no acabo de recordar, pues a medida que reflexionaba acerca de la hormiga, todo cuanto ocurría me iba siendo indiferente.
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