carende
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« : Enero 25, 2010, 04:43:32 » |
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Haití En mi retina se incrusta la imagen de la tragedia y en mi alma los gemidos de dolor de aquellos que, con sus carnes abiertas y sus espaldas rotas, quieren avanzar sin importar los regueros de sangre que brotan de sus cuerpos. Gritan con sus ojos, hablan con sus gestos del sentimiento atroz que los invade. Muertos a su alrededor, sus muertos; son padres, hijos, amigos. Y yo, Dios, ¿qué hago?, sólo la desolación, la impotencia que descalabra de nuevo mi equilibrio. Me pregunto por qué lloro y me siento culpable, acaso es que quiero que recaiga sobre mí ese castigo, no lo sé, no lo creo. Mi desaliento es otro, el deseo imposible de poner mis manos en sus heridas y besarlos, besarlos a todos y levantar con todas mis fuerzas cada ladrillo de sus casas. Me iré de este mundo sin comprender el porqué de estas desgracias. Todos sabemos que un día llegará y la aceptamos; sin embargo, más duro que morir es seguir vivo con la experiencia de haber escapado de ella, de haberla tocado y sentido su frío paralizante, tenebroso; sobrevivir como por un milagro, pero que se venga cruelmente dejándote un dolor incurable mientras vivas; obligándote a ver cómo atrapaba a los tuyos, algunos de la misma sangre. Muertes ruines que se adentran de tal modo en tus entrañas que te descuajan el alma. Carende 16/01/2010
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