ojaldeb
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« : Noviembre 13, 2009, 06:31:49 » |
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Hacía más o menos un mes que era incapaz de olvidar lo que pasó, dejar a un lado los problemas y concentrarme en el presente. Y, sin embargo, ahora, ni el olor a pura cloaca, que venía no sé si de los túneles o del vagón, ni la sofocante calorina, bastaban para arrancar mis ojos y mi atención del libro que tenía en las manos. Hay dos tipos de historias, leía, según sea el personaje principal narrativo o episódico. Si no entendía mal, episódico era aquél que logra vivir pensando el presente, aquél que logra cortar el hilo narrativo que le sujeta al pasado. Yo debía de ser más bien narrativo, pensé, un… ¿infeliz? No recuerdo quién decía que de los instantes de felicidad, el secreto era la no percepción del tiempo. Pensé que el presente siempre estaba ahí, delante de nuestros ojos, de nuestros sentidos, y que la mayoría de las veces no se le hacía ni caso. ¡Qué poco respeto por el presente! Como si necesitara unos instantes para asimilar aquello que acababa de leer, antes de seguir con la lectura, mis ojos se alzaron del libro. Había llegado a mi estación y el tren estaba a punto de cerrar las puertas y ponerse de nuevo en marcha. A mí también me costó ponerme en marcha, volver a mis piernas. Bueno… por poco… pero me dio tiempo a bajar. Mientras caminaba por los túneles en busca de la salida, pensé en cómo pasaron los treinta minutos, más o menos, que duraba aquel viaje. De repente sentí una rara sensación de bienestar.
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