ojaldeb
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« : Noviembre 12, 2009, 06:15:12 » |
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¿Cuántas chinas caben dentro de una bota enamorada? ¿Cuánto encono en la luz de un cuchillo sagaz?
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A modo de aguacero insistente bulle en mi cabeza
un hervor de luz a quemarropa.
En la oscuridad, el ojo trenza en el ojo, su cortina de relámpagos.
Palabras, palabras, me peinan a sus vientos, dormido tras un párpado de lluvia.
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El azul se esconde tras las nubes
de una boca ensangrentada.
¿Quién sabe más del silencio?
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Se ríe el olmo, de las ramas al tronco, paso de hormigas.
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Frente la facultad de gerodontología
Se amanecen de dos en dos las lenguas jóvenes en el jardín.
Tú, viejo paladar terrizo, ausente, rumias tu tregua de saliva.
(Al atardecer, cada cual a solas con sus fuegos)
El sol les escupe naranjas.
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Mi príncipe, tu coño y mi polla se miran en los armarios.
¡Venga, a las lunas!
Flamantes edenes listos para el desencuentro
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Érase una vez la culpa
con su equipaje de palos,
comiendo oreja de niño.
Machacona como un rap,
¡rap!
¡rap!
El rap de la sangre.
Arrobaba en los espejos. El niño se adormeció y las celestiales letras
raptaron todos sus puños.
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La cruz y el mármol
—¿Harto?— le dijo. —Mucho; pero no vine a dialogar.
Del polvo lo mejor, el ímpetu de los preámbulos.
Lo sabe ahora.
Desnuda, en marmoleñas sábanas, la muerte le mostró la vida.
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Océanos de enciclopedia
Océanos escritos en hojas de agua
La velada mitad, esta noche decae por mi costa; celeste, cristalina, se me funde en las manos.
Mas olas no son páginas, pese a su desnudez.
Trozos de tinta insatisfecha, en la cara invisible de la luna.
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Las flores
Cuando despabilé, ya no estaban allí.
Yacen, supongo, sin asear, marchitas, presas en los colmillos de los sueños; como los dinosaurios o las palabras.
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Epitafio en urna
Siempre rehuyó cualquier incendio,
para terminar solo,
quemado.
¡Y, mientras, su vida a la cara suspirándole!
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Labrada por las horas
En un banco de piedra decía sus canciones, bañábanse gorriones en su boca de yedra.
Por su cantal, al viento, escupían las gentes mondongos apetentes, espíritus, cemento.
Hoy su busto de ala, libre ya de aguamala, los ojos acristala.
¿Su popularidad?... otra cuenca de cálamos en busca del crepúsculo.
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Esperando hacer blanco
Tropiezas —no dos— sino miles de ve ces en los mismos guijarros. Buscan tus dedos, el poema cruje, territorio de hojaldre.
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SED
Un mar buscándose a sí mismo en su bleizer de olas.
La luna, ¡tan totémica!, en el espejo adoquina su ala. Dos güisquis, dos eslóganes, un primario confín.
Furioso baile —palíndroma serpiente— torcaz de los orgasmos.
A las primeras luces, las caracolas, su grave quietud.
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El miedo apremia. Corre, se ampara bajo las uñas.
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Noche eterna (sedaka)
¿Cómo no ve esclarecer el día, aletear los pájaros?
Sobre los ojos de las aves noctámbulas, golondrinos oscuros.
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¿Cómo no ve el eminente sol, aletear los pájaros?
Sobre los ojos de las aves noctámbulas, etéreos tisúes.
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Más lejos que la vida cruza el espacio una luz sin su estrella. La eternidad se dirige hacia aquí, huyendo de su tumba. A la vista, ni un escondrijo donde morir a solas.
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Tres de la madrugada
Los recuerdos se han instalado en las ventanas.
Llueve
tras de los ojos, las voces gotean en los cristales.
Colmillos de plata, la luna sonríe, me mira cruel.
El silencio escurre entre pétalos y púas.
Un mundo ilusorio: el corazón.
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Los recuerdos conquistaron las ventanas. Llueve tras los ojos,
voces
gotean en los cristales.
Colmillos de plata, la luna sonríe, me mira cruel.
El silencio escurre entre pétalos y púas.
El poema oscurece el reloj.
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Tres de la madrugada
Las voces truenan —aprisionadas— en el relámpago.
Cautivas de los ojos, rastrean el suicidio, pretenden colonizar su luz.
El poema eclipsa la hoja.
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En la penumbra
Un ramillete de muñones gime, se arquea, fornica.
Desnudos párrafos clavan sus uñas en los ojos de la luz.
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Tam Tam mayestático el del corazón, pechera de lunas, quebradizo púlpito al oír pudrirse nuestros huesos en las boqueadas de los calendarios.
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Crujen metálicas las letras. Los símbolos se convierten en pétalos. Las flores descarrilan el tren de la sintaxis.
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