altabix
Participante iniciado
 
Mensajes: 255
|
 |
« : Septiembre 26, 2009, 10:35:27 » |
|
Os hablaré de Celia, ella amaneció aquella mañana sobre la cama, abrigada tan solo con el pañuelo que él le regaló la víspera, acarició con su mano la almohada en donde minutos antes él había estado durmiendo. El pañuelo para ella se convirtió en un nexo amoroso entre ella y él y cobró vida, en forma de serpiente que circulaba por su piel como si su cuerpo fuera de madera, convertida así en el árbol de la vida. Y como árbol, se alzó del lecho y puesta en pié alzó los brazos, dejando que la serpiente subiera por sus ramas y enroscada en su brazo, danzó como quien baila un chotis, los árboles no suelen moverse de su sitio por iniciativa propia, pero su cuerpo si se movía llevado por una danza improvisada. De corrientes de viento que entrando por la ventana movían sus ramas, que se agitaban y hacían contornearse el tronco del árbol humano en que Celia se había convertido.
La serpiente, suave y cálida, la besaba con su movimiento, ella disfrutaba notando el tacto de su piel con la del reptil. Y la habitación cambió.
Para sus ojos, las paredes se tornaron en bruma húmeda, y otros árboles habían crecido entorno a ella, que como ella se agitaban, y voces se oían ininteligibles, recuerdos lejanos que el aire traía. Pero su atención estaba dispersa, poseer la vida que se arrastraba entorno a ella la enajena de felicidad, le amaba a él y él la amaba a través de su obsequio que se había convertido en su mano, el brazo que la sujetaba.
Otros árboles danzaban, otros permanecían quietos y una sombra caminaba entre ellos y que parecía animar sus cortezas. Si hubiera podido mirarse, si pudiera haber observado el lugar en el que se hallaba, se habría visto al margen de toda realidad, suspendida en una oscuridad luminosa, entre penumbras neblinosas, sin suelos ni cielos, ni puntos cardinales. Absolutamente ida de sí misma, entregada a una danza imposible, anclada a un suelo inexistente, halló la felicidad y como árbol sin raíz en un universo de oscuridad, alcanzada por la caricia que anima a los árboles que como ella, poblaban el extraño bosque, caricia que reconoció como de la mano de él. Así volvió a amanecer, así la encontraron tendida en el suelo, abrigada por su pañuelo nuevo.
|