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Ricard. In memoriam, 7 de agosto de 2009.
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Autor Tema: De excursión  (Leído 2807 veces)
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altabix
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« : Septiembre 26, 2009, 10:34:11 »

El mediodía es la hora en la que Dios se asoma a su balcón, y su mirada de calor intenso,  aplasta a los objetos contra el suelo y el aire se hace grisáceo y brillante.

Son los mediodías de agosto; mes de pieles tostadas y jubiléo carnal, del exilio del pudor y de apoteosis sudorientas.
El mes de mis vacaciones.

Me encanta el verano, pero no es un mes para pasear por la meseta, apunto estuve de borrarme de aquel viaje, pero Toledo es una ciudad en  la que no se echa de menos la compañía.

Como mi último romance acabó bruscamente, cerca ya de las vacaciones,  no era cuestión de continuar con los planes previstos,  de modo que me preparaba para pasar el verano en mi ciudad, disfrutando del balcón de mi casa al atardecer, contando el número de usuarios de un cajero automático instalado frente  mi domicilio,  tomando notas, sacando estadísticas por edades, sexo, vestuario, etc.
Pero me parecía tan triste... pasar el verano en el balcón, mientras ella iría a Ibiza, a tostarse en la playa y a saturarse con todo tipo de destilados, a modo de torrija alcohólica.

Yo le parecía aburrido pero exótico,   el exotismo acabó por aburrirla, imagino que su  sistema hormonal,  acabó por empujarla a los brazos de un fibroso divertido.


Mi autoestima no gozaba de buena salud en aquel momento,   esa debió de ser la causa de que me fijara en uno de esos panfletos promocionales de viajes, esos de tamaño cuartilla adheridos a las farolas y las puertas de los comercios y este estaba en la puerta de la panadería que frecuento, 
Siempre pensé que esas excursiones, eran para turistas torpes o para jubilados,  en cualquier caso, fui a fijarme en una oferta para una excursión a Toledo.
Disimuladamente, cuando la panadera me dio la espalda para coger algo del obrador, yo, como un delincuente que aprovecha el despiste, me apresuré a arrancar el número de teléfono de información.

 A los pocos días estaba camino de Toledo, en un autobús y alejándome del balcón.

Gracias al cielo la humanidad descubrió el aire acondicionado,  y viajar  en autobús en agosto es llevadero,  incluso la incorporación al vehículo de la televisión ha mejorado la calidad del viaje, aunque en mi juicio solo por la noche, cuando el autobús se hace más tedioso y cansado, por el día la pantalla del televisor te atrapa en ocasiones con el hilo argumental de alguna película, y olvidas mirar a través de los cristales, perdiéndote el paisaje y los objetos que quizá no vuelvas a ver jamás. El viajar pierde con el televisor una parte maravillosa, que es el trayecto, tan importante  como la llegada. En estos tiempos postmodernos lo que importa es exclusivamente Itaca.



Los pasajeros del autobús no respondían por completo a lo que yo suponía, había una gran diversidad de tipos,  jubilados y  también alguna familia  y estudiantes sin muchos recursos,  alguna pareja de novios...
 Se repartían por zonas con cierta homogeneidad, de modo que el pasillo central era como una avenida que conduce a los distintos barrios de una ciudad, una ciudad móvil que recorre la geografía con expectación.


Rompiendo esa homogeneidad iba una familia, un matrimonio cuarentón con una adolescente, me llamó la atención, porque me imaginé que la muchacha hubiera preferido quedar en la ciudad con sus amigas y fue embarcada en el autobús sin mucho entusiasmo.

Las horas iban pasando,  en la televisión ofrecían una película que ya había visto varias veces, me entretuve mirando los campos a través del cristal,  me sorprendía que fuera posible tanto espacio sin ningún tipo de construcción, acostumbrado a viajar de una ciudad a otra sin dejar de ver a mi alrededor algún tipo de edificio.  Era como navegar en un mar terroso, de calma chicha a veces o con mar de fondo en otras. Pero espacios ondulados y planos,  por lo general vacíos, siempre me fascinó el paisaje manchego.


Yo era uno de los pocos que viajaba solo,  acomodé mi cuerpo orientándolo al cristal,  observaba el paisaje y pensaba en Ibiza,  cada segundo me alejaba más de ella;  ¿me recordaría en la playa?, ¿me compararía en los brazos del fibroso?. Seguro que él no le rascaba la espalda igual de bien que yo,  ni cuidaba de prepararle el café exactamente a su gusto.  Decidí quitármela de la cabeza durmiendo;  cerré los ojos y no tardé en soñar, un sueño extraño de montañas en el mar y me veía a mí mismo como un navegante,  ataviado con un sombrero de copa y una corbata roja de terciopelo;  de pronto, el escenario cambió, estaba sentado en la vagoneta de una montaña rusa, junto a la adolescente del autobús,  sentí el vaivén de la atracción de feria, como un golpe que me hizo tambalearme de un lado a otro.

Al abrir los ojos y  recomponerse mis sentidos, sentí la calidez de su abdomen en mi rostro,  mi ojos orientados hacia sus pechos, apenas cubiertos por un top fucsia enrojecido, ambos en una postura incómoda,  en una quietud obligada, no pudiendo en mi caso apartar mi mirada de sus pechos jóvenes, carnosos y aterciopelados.
Obligadamente acogedora,  extrañamente quieta, no evitaba que mi rostro desconocido descansara sobre su vientre, y aunque me sentía algo violento por ello, no dejaba de ser un placer que agradecía al cielo en aquellos momentos.
Desconozco cuánto tiempo pasó,  pero poco a poco mis ojos fueron cerrándose de nuevo, y solo el tacto me ofrecía la referencia de la belleza, del dulce consuelo epidérmico.

El aire comenzó a llenarse de sonidos, gritos, sirenas; pero a medida que el sonido iba creciendo, mis oídos renunciaban a escucharlos y solo el tacto;  ¿o era el recuerdo ya?; solo él, me mantenía unido a la realidad, a la fe, al amor.
Comprendí que la vagoneta era el autobús,  volcado sobre una plantación de girasoles,  la sorpresa duró poco tiempo,   fui dejando paso a la oscura incógnita con la que todos tenemos una cita.


 
« Última modificación: Septiembre 26, 2009, 11:05:59 por altabix » En línea

El sabio puede sentarse en un hormiguero, pero sólo el necio se queda sentado en él.
(Proverbio chino)
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